miércoles, septiembre 03, 2008

El Maestro de Galilea y popurri de cumbias_ Canta:Alex Rodriguez

Él, caminaba por el mundo como tu y como yo. Y con su sola presencia, al influjo de su energía, la gente sanaba y quería tocarlo.

Él sanaba porque volvía a unir lo que estaba separado: “Yo y el Padre somos UNO”, pero dentro de la conciencia de cada uno de los que lo rodeaban y le seguían.

Cuando tenemos culpa nos dividimos, cuando no actuamos por convicción también. Y cuando nos dividimos nos enfermamos de enfermedad o de disputa y odio.

Cuando juzgamos también nos separamos de nuestro ser, presente también en el “otro”, aparente, porque la verdad suprema es que todos somos UNO.

“El Maestro de Galilea está pasando por aquí.¡Y déjalo que te toque, déjalo que te toque y recibe la bendición” …de volver a tu UNIDAD. (Jesùs Hubert)




El Maestro de Galilea.
El Maestro de Galilea,
Está pasando por aquí,
Y déjalo que te toque,
Y déjalo que te toque,
Y déjalo que te toque,
Y recíbe la bendición.

Aquí se siente la presencia de Dios,
Yo siento el Fuego del Espíritu Santo,
Yo siento gozo, Yo siento Paz,
Yo siento el amor que Dios me da.

El Payaso_Canta: Marcos Vidal

Desde niños nos dicen que no hagamos lo que queremos hacer. Y en la Iglesia nos dicen que somos pecadores, cuando aun no hemos, siquiera, empezado a vivir.

Asi empezamos a no a aceptarnos. Alli comenzamos a dividirnos: en una cara que nos gusta de nosotros y en otra que no.

Alli empezamos a perder nuestra potestad, nuestro poder como seres divinos, encarnados.

Y empieza nuestro via crucis tras los curas, pastores y demas intermediarios para dirigirnos a un Dios lejano....a quien de dientes para fuera decimos amar, pero a quien en realidad, tememos.

Volvernos a aceptar, exactamente tal como somos, en el lugar , en el tiempo y en lo que hacemos y vivimos, sigifica de verdad, SALVARNOS, regresar a nuestra condiciòn divina, en comuniòn con el verdadero Dios esencial que nos hizo UNO con Êl. (Jesùs Hubert)




Era capaz de hacer a un niño reír sin parar,
tenía ocurrencias tan geniales, solo él era capaz.
La cara pintada de colores y en la mano un violín,
que sonaba más o menos pero hacía reír.
Y el caso es que en el fondo era un infeliz,
le parecía ridículo pintarse la nariz,
lucía mucho más un salto mortal
y él quería ser equilibrista
y oír sobre la pista ovaciones
en vez de tanto reír.

Nunca supo asumir su posición, sin darse cuenta
que hacía feliz a tantos en su papel de cenicienta.
Que si un día faltase en el circo llegaría a su fin
que nunca sería el mismo sin su violín.
Pero él seguía empeñado en ser infeliz,
se veía tan ridículo pintada la nariz,
soñaba todavía con el trapecio,
pretendía ser equilibrista
y oír sobre la pista ovaciones
en vez de tanto reír.

Fue una mañana blanca, invernal, tras el ensayo,
no pudo resistirlo mas, se subió en el travesaño,
y al verse en la altura
sintió subirle el vértigo hasta la nuez,
y no habían puesto mallas la ultima vez...
apenas sintió nada cuando cayó,
el domador, que regresaba, fue el primero que le vió.
Logro salvar la vida y un mes más tarde le dijeron:
"Todo ha terminado, el circo ha cerrado,
ya no venían niños a la función."

Hoy vive retirado en algún lugar, en las afueras,
pegado día y noche a su silla de ruedas,
parece que ha terminado aceptándose por fin,
que incluso algunas veces toca el violín.
Diez niños le visitan y le hacen feliz,
cuando les ve llegar a lo lejos, se pinta la nariz.
Y cuando alguno se burla con desprecio, él contesta:
"Sería un miserable, sería yo el culpable,
si no cumpliese la misión que recibí.
Porque aunque fui un fracaso,
soy de profesión payaso,
no me juzgues mal, Dios me hizo así".